miércoles, 13 de febrero de 2013



ANDREA

Nació en un pueblo pequeño,
No más de cien habitantes,
Rodeado de montañas
Y alejado de las ciudades.
Sus gentes
Tres opciones tenían:
Trabajar en el campo,
Dedicarse al pastoreo,
O tareas forestales
Para vigilar aquel terreno
Con tantas dificultades.
Algunos de ellos subían a las garitas
Llenas de aburrimiento,
Para avistar el horizonte,
Observar el vaivén,
Y avisar de los fuegos
Que rompieran el silencio
Por la fuerza del viento.
Ella paseaba por los caminos,
Acariciaba las ovejas,
Y miraba confiada
Los toros que reposaban
Detrás de las alambradas.
Se despertaba al alba
Con los golpes de la azada
Que algunos ya trabajaban
En sus cuatro palmos  de terreno
Que les hacía perder el sueño.
Por lo demás ¡la tranquilidad!,
Que ya no encontró en ninguna parte,
Y que de vez en cuando
Rompía algún caminante.

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